Ir al contenido principal

"Hacer de la pena una canción"

El silencio de mis cuerdas vocales no es más que la evidencia de la opresión que genera la angustia sobre ellas. Ellas no son como las de la guitarra y no se afinan con sólo ajustarlas; porque si se presiona al corazón para hacer de la pena una canción, toda esa angustia hace muda a la verdad y se vuelve una melodía instrumental que solo suena en nuestra mente.

Se transforma en una melodía interna que convoca a la nostalgia de un buen recuerdo que lentamente se transformó en dolor.

Me duele que injustamente aquellos que nunca pudieron hablar guarden esa angustia sin poder hacerla canción, negando su razón mientras van aceptando que la agonía y la tristeza que padecen permanezcan dentro de un corazón inocente, que sin intentar vengarse se solidariza con quien lo desafinó.

La letra y la melodía que nos componen irradian nuestra esencia, y es por eso que si nos presionan para crear nuestra canción nos están obligando innecesariamente a hacer de nuestro sentir una ficción. Y digo innecesariamente porque para hablar desde el corazón no se necesita más que una traición y una consecuencia.

A veces, en algunos momentos, siento como si nos hubiéramos prestado a que hagan de nuestra voz una orquesta, marcando un límite que nos prohíbe componer canciones y escribir sobre nuestro ser y nuestro sentir, imponiéndonos a que únicamente podamos seguir al director de la orquesta, que sin una gota de autenticidad, nos imponemos seguir demostrando lo poco que nos permiten mostrar. Sé que la mayoría de esas melodías ficticias y guiadas suenan hermosas y cumplen con las normas de expresión del resto de integrantes, pero también tenemos que tener presente que no hay nada más hermoso y liberador que cantar sin pensar en limitar nuestro sentir.





Comentarios

Entradas populares de este blog

“El ser es volátil”

“ Reconocer la falta de comprensión de uno mismo como parte de la esencia de conocerse un poco todos los días de acá hasta el día que seamos eternidad.” No entiendo el deseo humano de intentar conocerse a uno mismo al punto de olvidarse de reinventarse. Parte de crecer es entender que nuestro deseo no solo está ligado a la mera conformidad de ser, sino a comprender que, aunque deseemos ser alguien con todas nuestras fuerzas, primero tendremos que transitar la incomodidad de no ser quienes anhelamos. En ese viaje, podemos encontrarnos con versiones de nosotros mismos que resulten más auténticas que los propios deseos por alcanzar. Tal vez, el deseo de ser no implica descubrirnos finalmente, sino conocernos al principio, todos los días, incluso cuando las dudas nos invaden al punto de sentir que nuestro camino parece desvanecerse a lo lejos. Como si el mismo hecho de encontrarnos a nosotros mismos implicara correr hacia algún otro lado donde no se sienta tan incómodo no saber quiénes som...

“Hasta que la muerte nos separe”

Estuve esperando este día mucho tiempo. Hoy es un momento especial para mí, porque significa que dejé de tener miedo de desaparecer de un mundo tan frío y frívolo como este. No busco la muerte, y mucho menos huyo de ella, pero ya no me asusta la idea de dejar que se enfríe todo lo que dejo atrás si me entrego al infierno. Quién sabe, quizás allá, en donde se encuentra el olvido, hay mucha gente que ya no le teme a estar sola, porque simplemente renacieron como almas nuevas, navegando libremente en lo que antes se consideraba pecado. La realidad es que ya no tengo miedo de dejar arder todo lo que desconozco de mí. Allá en la tierra, todo el mundo cree que vive la vida como si no hubiera un mañana, pero yo creo que viven en el mañana como si no existiera un hoy. Estoy cansada de la gente que le teme al fuego, al calor de estar vivo. Ya no busco mitigar el fuego que esconde mi piel, porque cuando siento algo, lo siento en el alma. Lo siento en el cuerpo, vibrando y quemándome las entrañas...

"Mi luz"

Hay una luz cerca mío que me endulza el oído y me narra sus cuentos más deslumbrantes.  Me cuenta sus pesares y la forma en la que aprendió a vivir con ellos. Me narra sus locuras y se alegra cuando me río de ellas. Me anima a ser responsable y también me deja ser impredecible. Me cuida como nadie y también me deja ser libre. Me quiere con todo su corazón y conoce mi sensibilidad.  Cuando dudo de mí, me invita a soñar que estoy volando para que vea desde arriba todas las huellas que fui dejando en los lugares que pisé. Se esfuerza por mantenerme cuerda y al mismo tiempo acepta que tengo mis momentos. Desde que la conocí es una luz que se fue encendiendo con cada sacrificio y cada grandeza. Es una mujer imponente, generosa y luminosa como la luna, pero lo que la diferencia de ella es que no le hace sombra a nadie a pesar de su inmensidad. Esa luz es mi mentora y la voy a llevar eternamente conmigo. Porque aún titilando a lo lejos al igual que una estrella, sé que no es de las f...