Hace mucho que no escribo o, mejor dicho, hace mucho que lo que escribo no se siente mío. Cuando releo lo que escribí hace unos días, me parece que estoy leyendo palabras ajenas, que no reflejan lo que soy o lo que siento. Es como si cada día fuera una persona distinta, que no tiene nada que ver con la que fui ayer o la que seré mañana. Esto me genera muchas dudas e inquietudes, porque no sé por qué me cuesta tanto reconocerme en mis versiones anteriores. Es como si el tiempo hiciera que mis emociones caducaran y se volvieran invisibles e irreconocibles.
Esta sensación de olvido me sorprende mucho, ya que uno puede esperar que los demás se olviden de quiénes somos realmente o que intenten relacionarse con la persona que fuimos en el pasado, pero que uno mismo se engañe y se convenza de ser algo que ya no es, es un sentimiento que nos agobia y nos limita. Quizás por eso las personas se asustan cuando en una relación cambian los tratos o los intereses, porque dentro del cambio siempre existe un miedo silencioso a dejar de coincidir.
Eso de que nadie llega al futuro intacto de arrepentimientos es mentira, porque aunque los errores sean aprendizajes, también pueden aparecer en la memoria como castigo y es por eso que nos cuesta aceptar el pasado como parte de nuestra esencia. A veces lo ignoramos con el deseo de que esa versión anterior se pierda en el pasado y no vuelva a perturbarnos nunca más. También hay quienes recuerdan lo que fueron con amor, orgullo o nostalgia, como si extrañaran esa etapa que por más que uno quiera volver a vivir, sería como actuar en un escenario de teatro constantemente, sin saber si el público aplaude al personaje o al actor detrás de la máscara.
De cualquier forma, ya sea para bien o para mal, los cambios son parte de nosotros y aceptarlos puede ser la forma de continuar más madura, pero no la menos difícil. Ese proceso puede ser muy complicado, porque aquellas variables tan personales nos demuestran que ser “fiel” a nosotros mismos puede ser contradictorio. ¿Somos realmente fieles a nosotros mismos cuando nos transformamos por diferentes acontecimientos o permitimos que los cambios nos vuelvan, con el tiempo, personas vulnerables que ante el mínimo golpe tenemos que modificar nuestra esencia para protegernos?
Esencialmente, el ser humano cambia, muta, se reinventa y vive en una metamorfosis constante, a la cual adaptamos nuestro nuevo existir en algo por conocer y algo por seguir cambiando a la vez. Cada día que nos autoanalizamos, descubrimos facetas que no nos gustan de nosotros mismos, pero también otras que nos enorgullecen y nos motivan. Lo importante es no vivir con el miedo a experimentar esos cambios, porque son los que nos permiten evolucionar internamente hacia lo que queremos ser al final del día. Podemos vivir con miedo y negando aquello que nos afecta de nuestro pasado o podemos valorar esa visión de lo que fuimos como parte del proceso para ser mejores versiones de aquello a lo que aspiramos.
Comentarios
Publicar un comentario