Siempre intento explicarle a mi mente que lo que no es como queremos no debería envenenarnos el alma. No hay peor forma de sufrir que hacernos creer que venimos al mundo a ser complacidos por el destino, cuando en realidad el destino solo complace a la suerte, y por mera casualidad, a veces la suerte tiene ideas parecidas a las nuestras. Quizás la vida ni siquiera sea una cuestión de metas logradas, sino de saber mantener la esperanza en algo que nos acerque a ser quienes deseamos. Lo que me intriga es saber a dónde va todo ese amor que entregamos sin razón, sin condición y sin destino. Por más que intente permanecer en algún lado, si la suerte no lo elige, se disipa en el tiempo, transformándose en olvido para otros y en dolor para nosotros. ¿Qué sucede cuando el amor se convierte en dolor por no ser bien recibido? ¿Somos capaces de amarnos a nosotros mismos y perdonarnos por no saber gestionar la ira irracional que surge de nuestro ego herido? ¿Por qué nuestro ego es más grande...